Thursday, September 26, 2019

Post 54. N 20 al aparato, investigación en diabetes


Les confieso que tengo medio abandonado mi blog; y es que siento que en los últimos años han crecido los blogs de diabetes como las setas y no quiero aburrir con más de lo mismo, sobre todo cuando mis palabras repiten ideas más que habladas. En realidad, cuando lo empecé, lo hice porque necesitaba comunicar el volcán de emociones y cambios que sufría, o más bien, disfrutaba, con mi páncreas nuevecito, pero de un tiempo a esta parte me he quedado sin nada interesante que contar, además de mi rutina pancreática y la recuperación de mi ojo maldito. Vuelvo hoy a petición popular (bueno, popular, la petición de cuatro amiguetes que quieren saber más), para hablarles de otro proyecto en el que estoy inmersa y que por no escribir cuatro veces para mis cuatro amigos, pues publico aquí y contento a todos: mi participación en un ensayo clínico con glucagón.

Cuando yo vivía en la ciudad de Santa Barbara hace tres años y durante una década, participaba asiduamente en los ensayos de investigación que hacía el “Sansum Diabetes Research Institute.” Lois Jovanovic, la diosa de la diabetes de la que ya me han oído hablar antes, fue quien me reclutó en el centro y me mimó como a su hija predilecta. Ellos llevaron mi diabetes y mi embarazo sin pedirme nunca nada a cambio y cuando mi hija y yo entrábamos en el edificio, salían todos a vernos para admirar lo bien que se les criaba la retoñita. Participé en investigaciones sobre diabetes tipo 1 y embarazo, sobre páncreas artificial, diabetes y ejercicio, CGMs y apps y en todos los ensayos aprendí un montón sobre mi enfermedad y como vivirla tranquila y saludablemente. Supuestamente era yo quien les ayudaba a ellos, pero lo que ellos no saben es que yo me convertí en una super-woman con todo lo que aprendí del contacto con los investigadores, los ingenieros, los médicos, los enfermeros, y los demás pacientes que pasaban por allí.

Desde que me mudé a San Diego no había encontrado un centro de investigación similar que me convenciera. Me acerqué a uno en la ciudad de Escondido que no me gustó nada. Me trataron fatal y cuando me tocaron las narices del todo después  de haber conducido una hora hasta allí, abrí la puerta y cogí las de Villadiego para no volver a aparecer por allí. Verán, cuando una participa en estos proyectos, recibe una compensación económica que a veces es bastante dinero y a veces es sólo algo simbólico. Yo tengo un sueldo generoso y estable en mi trabajo, si formo parte de estas investigaciones es por apoyar la ciencia, la investigación en diabetes, por aprender de los científicos y por cuestiones de moralidad y responsabilidad pública. No me lo tomo como una manera de ganarme la vida. Nunca me han dejado donar sangre, así que compenso esta prohibición con la donación de mi cuerpo incapaz de insulinizarse y lo que me pagan por colaborar lo devuelvo a la investigación donándolo al SDRI o a la JDRF. Y duermo muy tranquila por las noches y me siento más feliz que una perdiz.

Pues al grano; Andrea, la educadora que parlotea, me dijo en junio que se acababa de abrir un nuevo centro de investigación en diabetes en la Universidad de California en San Diego y lo dirigía el Dr. Jeremy Pettus, a quien yo ya conocía porque organiza muchos eventos sociales para pacientes en el condado de San Diego. Andrea me refirió a Adrienne, la encargada de reclutamiento de pacientes en sus proyectos y ella decidió que yo podría funcionar bien en su estudio sobre efectos del glucagón.  Les presento a Elena Villa, también conocida como la sujeto número 20 del ensayo.
En este ensayo, se plantea si un paciente con hipoglucemias inadvertidas, puede recuperar esta capacidad de sentir las bajadas en glucemias después de haber llevado una basal constante de glucagón durante cuatro semanas. Además, si la recuperación es posible, quieren saber durante cuánto tiempo se mantiene. Para ello, a mí me han puesto un sensor de Medtronic y una bomba Omnipod que me pone una basal de glucagón de 0.4 unidades a la hora. Bueno, en realidad no debería saber si es glucagón o  placebo, pero yo les digo ya que a mí me han enchufado el glucagón sí o sí, miren mis gráficas:


Estas dos son las gráficas de la semana previa al experimento (la de arriba) y de la primera semana de glucagón. Miren el cambio en el tiempo en rango y la desviación estándard. Está claro, como les decía, que ni placebo ni nada, a mí me han endiñado el glucagón con seguridad.

Estas son las gráficas de la semana número dos (arriba), cuando ya empiezo a hacerme con el asunto, y de esta semana última. He conseguido reducir la desviación estándard, pero mis medias son todavía un poco altas comparadas con las medias pre-glucagón. Me siento bien sin embargo y continúo mi vida tranquila a pesar de todos los cacharros que llevo conectados.


La media de unidades de insulina diaria de la semana pre-glucagón: 22.7 u/día
La media de unidades de insulina diaria de esta última semana:        28.2 u/día


Antes de ponerme la basal de glucagón hice una prueba de respuesta a la hipoglucemia. Para ello, pasé la mañana en el hospital con dos vías puestas, una para insulina y gotero y la otra para sacar sangre cada cinco minutos y analizar glucemias y otras variables que la verdad, acaban por escapárseme. Durante 5 horas, un par de enfermeras sentadas a mi lado, Adrienne y el médico que iba y venía me fueron llevando progresivamente a 100ml/dL, a 70, y a 50.  Yo tenía un hambre de león, porque no me dejaron desayunar, pero acabé el experimento y me trajeron un bocatilla de pavo que hizo las delicias de mi estómago y me fui a mi casa en 160 y tan tranquila. En dos semanas vuelvo a hacer la misma prueba para ver si mi cuerpo tiene más y mejor respuesta a la misma hipoglucemia (100-70-55) después de haber llevado la Ominipod con la basal de glucagón.

Los primeros días de glucagón fueron duros. El día siguiente de la primera hipoglucemia estaba baldada después de no haber sentido hiperglucemias así desde que empecé con mi sistema de páncreas artificial. Con el glucagón me disparé a 200 al día siguiente. Tan agotadita me sentía que cancelé mi clase del martes y no fui a trabajar. Me quedé en casa ajustando basales y tratando de sobrevivir a los experimentos del Dr. Pettus. Subí, y subí mi basal y ahora estoy bastante más en control de la situación, hasta el punto de temer el día que me quiten el glucagón y tenga que hacer una bajada masiva de basales. Tengo anotados todos los parámetros pre-experimento, así que no pienso ir de a poquitos, voy a cambiarlo todo de golpe en cuanto me quiten el glucagón. Después de la segunda mañana de inducción de la  hipoglucemia pasarán tres y seis meses y se repetirá el proceso para ver si he retenido la capacidad de sentir las bajadas.

Además del inconveniente de los ajustes que he tenido que hacer estas dos semanas, también está el de pasar la mañana en el hospital con las dos vías puestas. Yo me hice a la idea y me tragué una temporada entera en el ordenador de una serie policíaca que me tenía sorbido el coco. Detectives e hipoglucemia, vaya mezcla. Para la próxima, voy a ver si me elijo algo un poco más light, porque aunque tengo hipoglucemias inadvertidas, a mi cerebrito le cuesta a veces enterarse de qué va la historia cuando tiene que ver la peli en inglés y en 50; y si es de espías o detectives, pues peor. Mientras, estas semanas voy cada lunes a visitar al médico que me han asignado del equipo de investigación que se asegura de que todo marche sobre ruedas y yo siga de una pieza. Me gusta mucho este médico, aunque les prometo que soy incapaz de aprenderme el nombre de este muchacho que por edad podría ser mi hijo. Se sienta a mi lado y se fija en cada detalle de mis gráficas, “este no tiene nada que hacer” pensé el primer día por todo el tiempo que le dedicaba a mirar mis números. Quería saber hasta qué galletita de chocolate me había comido el domingo para entender la subidita de una de mis gráficas. Yo, que también soy metódica y exhaustiva en mi estudio de gráficas, me entiendo bien con él y voy a echarlo de menos cuando termine el ensayo. También es verdad que Adrienne ya me está echando el anzuelo para el próximo reclutamiento del estudio de páncreas biónico que van a hacer. Yo me estoy haciendo de rogar aun. Si supiera que el sí está dado hace bastante tiempo… pero nunca hay que aceptar las ofertas a la primera, no vaya a ser que piensen que soy presa fácil y luego me den por sentada J Aquí a la sujeto número 20 hay que mimarla para que sirva de conejillo, o me dan bocata de pavo y endocrino majete en cada experimento, o no hay tu-tía. En la próxima entrada les cuento cómo ha ido mi respuesta a la segunda inducción de hipoglucemia, y con esto y un bizcocho, hasta mañana a las ocho.

Y aquí les dejo la foto de mis abdominables envidiables llenos de aparatitos con toda la medicación. Les prometo que si vuelvo a twitear mi barriga, me encargaré de tener una tableta de chocolate en condiciones ;)


Friday, February 1, 2019

Post 53. Medicación anti-VEGF. ¡Menudo invento!


Hoy voy a hablarles de las bellezas de las medicinas anti-VEGF. Si siguen mi blog ya sabrán que a finales de octubre, por mi cumpleaños, mi retinólogo, el Dr. Mozayan, me encontró un edema en la mácula del ojo izquierdo. Me dio unas semanas para ver si con mi buen control se reabsorbía la sangre y bajaba el edema pero a finales de noviembre, viendo que la cosa había empeorado, decidió tratar el ojo con medicación Anti-VEGF.

El edema de la mácula es una complicación muy característica de la diabetes. Hay un sangrado en la zona central de la retina e hinchazón con el depósito de sangre. Yo lo vi claramente en las imágenes que Mozayan me enseñó en su despacho. Las medicaciones anti-VEGF pretenden parar la proteína de crecimiento y desarrollo de vasos capilares y con eso parar el sangrado y ayudar a la retina a reabsorber la sangre acumulada en la mácula. Esto es a lo más que llega mi explicación. Lo siento, repito como un lorito lo que me dice Mozayan y les prometo que pongo mucha atención pero que entre mi oído confuso y asustado y su acento francés, nuestra comunicación a veces tiene limitaciones.

Bueno, pues aquí llega la peor parte, la medicina que trata este problema se administra mediante inyección intravítrea. Es decir, te pinchan el ojo. Sólo decirlo me pone las tripas del revés. A principios de diciembre me dieron el primer pinchazo. No sabía lo que me esperaba aunque él me había advertido de cierta sensibilidad a la luz y me había recomendado tomarme el día libre del trabajo. El pinchazo en sí no fue muy terrible, me dolía más la tripa de nervios que el ojo, pero la recuperación posterior fue tremenda. Sensibilidad a la luz se tradujo en convertirme en un vampiro. Durante más de una semana estuve sin aguantar los rayos del sol, pero las primeras 24 horas fueron un infierno. Además me dolía el ojo, y lo tenía hinchado. Estaba muy incómoda y la verdad que bastante preocupada por el futuro de mi vista.

Para el segundo pinchazo estuve mejor preparada. Puse persianas en mis ventanas y me compré unas gafas de sol en condiciones, además de unos parches piratas fantásticos que me protegieron el ojo de cualquier rayito de luz. Además no fui sola a la consulta y no me las tuve que ver con el coche y la ceguera para volver a casa. En esta segunda revisión, Mozayan y yo vimos como el ojo había mejorado una barbaridad. Las fotos mostraban una bolsita mucho menor de líquido y el edema había bajado considerablemente. Eso, debo reconocerles, que me llenó el cuerpo de ánimo, porque había pasado las últimas semanas haciendo planes para vivir ciega el resto de mis días.

Ayer volví a recibir la tercera inyección de Anti-VEGF. Entré a la consulta más nerviosa que nunca y mis múltiples personalidades se volvieron locas en la sala de dilatación. Una rezaba un padre nuestro, otra renegaba de la fe, una tercera cantaba La Traviata a dos voces y la cuarta repetía una y otra vez “sal ahora que no te ve nadie”. Con todas esas entré a que me mirara las retinas y cuando me dijo que el edema había prácticamente desaparecido, desaparecieron también mis múltiples Yos abusivos y me quedé más tranquila. El pinchazo igual que siempre, desagradable y la recuperación incómoda, pero estoy contenta con el pronóstico.

He de volver en seis semanas para valorar cómo continuar el tratamiento, si es que necesito seguirlo o sólo vigilarlo. Mozayan se empeña en que mantenga el buen control y haga cada día media hora de ejercicio cardio-saludable. Se pone muy pesado con lo de subir y bajar escaleras media hora al día. Yo me siento positiva, ya he subido y bajado las escaleras hoy y he pasado en menos de tres meses de querer comprarme un bastón y un perro lazarillo a comprarme una bici en Amazon. Mi médico es una estrella del rock and roll y yo, verán… con el asunto del ojo ya no me supera ni Marino Lejarreta en sus mejores días.