Friday, February 1, 2019

Post 53. Medicación anti-VEGF. ¡Menudo invento!


Hoy voy a hablarles de las bellezas de las medicinas anti-VEGF. Si siguen mi blog ya sabrán que a finales de octubre, por mi cumpleaños, mi retinólogo, el Dr. Mozayan, me encontró un edema en la mácula del ojo izquierdo. Me dio unas semanas para ver si con mi buen control se reabsorbía la sangre y bajaba el edema pero a finales de noviembre, viendo que la cosa había empeorado, decidió tratar el ojo con medicación Anti-VEGF.

El edema de la mácula es una complicación muy característica de la diabetes. Hay un sangrado en la zona central de la retina e hinchazón con el depósito de sangre. Yo lo vi claramente en las imágenes que Mozayan me enseñó en su despacho. Las medicaciones anti-VEGF pretenden parar la proteína de crecimiento y desarrollo de vasos capilares y con eso parar el sangrado y ayudar a la retina a reabsorber la sangre acumulada en la mácula. Esto es a lo más que llega mi explicación. Lo siento, repito como un lorito lo que me dice Mozayan y les prometo que pongo mucha atención pero que entre mi oído confuso y asustado y su acento francés, nuestra comunicación a veces tiene limitaciones.

Bueno, pues aquí llega la peor parte, la medicina que trata este problema se administra mediante inyección intravítrea. Es decir, te pinchan el ojo. Sólo decirlo me pone las tripas del revés. A principios de diciembre me dieron el primer pinchazo. No sabía lo que me esperaba aunque él me había advertido de cierta sensibilidad a la luz y me había recomendado tomarme el día libre del trabajo. El pinchazo en sí no fue muy terrible, me dolía más la tripa de nervios que el ojo, pero la recuperación posterior fue tremenda. Sensibilidad a la luz se tradujo en convertirme en un vampiro. Durante más de una semana estuve sin aguantar los rayos del sol, pero las primeras 24 horas fueron un infierno. Además me dolía el ojo, y lo tenía hinchado. Estaba muy incómoda y la verdad que bastante preocupada por el futuro de mi vista.

Para el segundo pinchazo estuve mejor preparada. Puse persianas en mis ventanas y me compré unas gafas de sol en condiciones, además de unos parches piratas fantásticos que me protegieron el ojo de cualquier rayito de luz. Además no fui sola a la consulta y no me las tuve que ver con el coche y la ceguera para volver a casa. En esta segunda revisión, Mozayan y yo vimos como el ojo había mejorado una barbaridad. Las fotos mostraban una bolsita mucho menor de líquido y el edema había bajado considerablemente. Eso, debo reconocerles, que me llenó el cuerpo de ánimo, porque había pasado las últimas semanas haciendo planes para vivir ciega el resto de mis días.

Ayer volví a recibir la tercera inyección de Anti-VEGF. Entré a la consulta más nerviosa que nunca y mis múltiples personalidades se volvieron locas en la sala de dilatación. Una rezaba un padre nuestro, otra renegaba de la fe, una tercera cantaba La Traviata a dos voces y la cuarta repetía una y otra vez “sal ahora que no te ve nadie”. Con todas esas entré a que me mirara las retinas y cuando me dijo que el edema había prácticamente desaparecido, desaparecieron también mis múltiples Yos abusivos y me quedé más tranquila. El pinchazo igual que siempre, desagradable y la recuperación incómoda, pero estoy contenta con el pronóstico.

He de volver en seis semanas para valorar cómo continuar el tratamiento, si es que necesito seguirlo o sólo vigilarlo. Mozayan se empeña en que mantenga el buen control y haga cada día media hora de ejercicio cardio-saludable. Se pone muy pesado con lo de subir y bajar escaleras media hora al día. Yo me siento positiva, ya he subido y bajado las escaleras hoy y he pasado en menos de tres meses de querer comprarme un bastón y un perro lazarillo a comprarme una bici en Amazon. Mi médico es una estrella del rock and roll y yo, verán… con el asunto del ojo ya no me supera ni Marino Lejarreta en sus mejores días.