Hoy voy
a hablarles de las bellezas de las medicinas anti-VEGF. Si siguen mi blog ya
sabrán que a finales de octubre, por mi cumpleaños, mi retinólogo, el Dr. Mozayan,
me encontró un edema en la mácula del ojo izquierdo. Me dio unas semanas para
ver si con mi buen control se reabsorbía la sangre y bajaba el edema pero a
finales de noviembre, viendo que la cosa había empeorado, decidió tratar el ojo
con medicación Anti-VEGF.
El
edema de la mácula es una complicación muy característica de la diabetes. Hay un
sangrado en la zona central de la retina e hinchazón con el depósito de sangre.
Yo lo vi claramente en las imágenes que Mozayan me enseñó en su despacho. Las
medicaciones anti-VEGF pretenden parar la proteína de crecimiento y desarrollo
de vasos capilares y con eso parar el sangrado y ayudar a la retina a
reabsorber la sangre acumulada en la mácula. Esto es a lo más que llega mi
explicación. Lo siento, repito como un lorito lo que me dice Mozayan y les
prometo que pongo mucha atención pero que entre mi oído confuso y asustado y su
acento francés, nuestra comunicación a veces tiene limitaciones.
Bueno,
pues aquí llega la peor parte, la medicina que trata este problema se
administra mediante inyección intravítrea. Es decir, te pinchan el ojo. Sólo
decirlo me pone las tripas del revés. A principios de diciembre me dieron el
primer pinchazo. No sabía lo que me esperaba aunque él me había advertido de
cierta sensibilidad a la luz y me había recomendado tomarme el día libre del
trabajo. El pinchazo en sí no fue muy terrible, me dolía más la tripa de
nervios que el ojo, pero la recuperación posterior fue tremenda. Sensibilidad a
la luz se tradujo en convertirme en un vampiro. Durante más de una semana
estuve sin aguantar los rayos del sol, pero las primeras 24 horas fueron un
infierno. Además me dolía el ojo, y lo tenía hinchado. Estaba muy incómoda y la
verdad que bastante preocupada por el futuro de mi vista.
Para el
segundo pinchazo estuve mejor preparada. Puse persianas en mis ventanas y me
compré unas gafas de sol en condiciones, además de unos parches piratas
fantásticos que me protegieron el ojo de cualquier rayito de luz. Además no fui
sola a la consulta y no me las tuve que ver con el coche y la ceguera para
volver a casa. En esta segunda revisión, Mozayan y yo vimos como el ojo había
mejorado una barbaridad. Las fotos mostraban una bolsita mucho menor de líquido
y el edema había bajado considerablemente. Eso, debo reconocerles, que me llenó
el cuerpo de ánimo, porque había pasado las últimas semanas haciendo planes
para vivir ciega el resto de mis días.
Ayer
volví a recibir la tercera inyección de Anti-VEGF. Entré a la consulta más
nerviosa que nunca y mis múltiples personalidades se volvieron locas en la sala
de dilatación. Una rezaba un padre nuestro, otra renegaba de la fe, una tercera
cantaba La Traviata a dos voces y la cuarta repetía una y otra vez “sal ahora
que no te ve nadie”. Con todas esas entré a que me mirara las retinas y cuando
me dijo que el edema había prácticamente desaparecido, desaparecieron también
mis múltiples Yos abusivos y me quedé más tranquila. El pinchazo igual que
siempre, desagradable y la recuperación incómoda, pero estoy contenta con el
pronóstico.
He de
volver en seis semanas para valorar cómo continuar el tratamiento, si es que
necesito seguirlo o sólo vigilarlo. Mozayan se empeña en que mantenga el buen
control y haga cada día media hora de ejercicio cardio-saludable. Se pone muy
pesado con lo de subir y bajar escaleras media hora al día. Yo me siento
positiva, ya he subido y bajado las escaleras hoy y he pasado en menos de tres
meses de querer comprarme un bastón y un perro lazarillo a comprarme una bici
en Amazon. Mi médico es una estrella del rock and roll y yo, verán… con el
asunto del ojo ya no me supera ni Marino Lejarreta en sus mejores días.