Aquí no sé por dónde empezar, así que he decidido
remontarme al inicio de la Odisea (Odisea no por negativa, sino por viaje
largo, largo, largo) que he tenido yo con mis endocrinos.
En el año 2001 abandoné, pasados los veinte ya, la
endocrinología pediátrica del Ramón y Cajal y me pasé a adultos donde las
consultas resultaban más frías y distantes, o así lo percibí yo en inicio. En
aquellas consultas ya nadie me llamaba Elenita como antaño ni me preguntaban
por las minucias de mi vida diaria.
Al poco tiempo del cambio, me fui con una beca
Erasmus a Inglaterra. Mi médico del hospital Ramón y Cajal me animó a ello y
me dijo que él me vería cuando volviese de visita a Madrid. Este año fue
un caos en mi vida en general y en mi Diabetes en particular y el pobre médico
del Ramón y Cajal, más majo que las pesetas rubias, hizo lo que pudo conmigo. A
la vuelta a Madrid empecé a preparar mi siguiente destino: Hawaii. Cuando le
dije a mi endocrino que me mudaba me dio el email de un amigo suyo que
trabajaba en Los Angeles para que me ayudara a encontrar un médico en Honolulu.
Aquel contacto fue maravilloso para mí porque el Dr. Montoro, no sólo me buscó
un endocrino en Hawaii, sino que tiempo después me puso en contacto con el
centro de investigación en Santa Barbara que llevó mi segundo embarazo.
Mi médico en Hawaii no fue nada del otro mundo, una
menda-lerenda bastante sosa a la que nunca decía la verdad por miedo a que me
regañara o a que se metiera en mi vida. Con venticinco años y tratando de
encajar en otro país, cultura e idioma, la Diabetes era el menor de mis
problemas y a ésta la veía yo cuatro veces al año y no la hacía ni caso. En el
2006 le dije que me mudaba de nuevo, porque la Universidad de California en
Santa Barbara me había ofrecido un buen trato para estudiar el doctorado con
ellos. Ella me recomendó ver a la que describió como "diosa de la
Diabetes", Lois Jovanovich, a quien llamé y cuya secretaria me comunicó
que la diosa no veía a pacientes, sólo investigaba. Empecé el doctorado y en
Santa Barbara encontré otro médico mediocre que me vio hasta el 2010. Con esta
nueva elemento tuve a mi primer hijo y mi embarazo salió adelante sin mucha
educación, pero con mucha voluntad por mi parte. En foros oí hablar de los
primeros sensores del mercado, los soft sensor de Medtronic, y los usé durante
todo el embarazo aunque no me sirvieron de nada. Fue mi trabajo lo que
consiguió un bebé sano, no la ayuda de la médico, ni de los sensores. El peor
recuerdo que tengo de esta tipa son las amenazas que me hacía cada tres meses
de quitarme el permiso de conducir. Decía que mis hemoglobinas tan bajas eran
peligrosas (entre 5.8 y 6.4) a pesar de tener un porcentaje de hipoglucemia del
4% y un historial impoluto de accidentes. Además me hablaba de Dios en la
consulta. Con el embarazo, me decía que no me preocupara, que Dios haría lo que
tuviera que hacer. A mí me daban las 7 cosas y le respondía que yo prefería
dejar a Dios al margen de mi salud hormonal y reproductiva y que más nos valía
a nosotras ponernos las pilas. Era tan vulnerable, que no tenía la fuerza de
salir de aquello, pero tenía que haberla mandado a tomar viento en la primera
mención de la Biblia. La Biblia la comentas en tu casa o la iglesia, chata,
pero saca tus rosarios de mis ovarios... y de mi páncreas.
Cuando decidí tener a mi segundo bebé estaba
dispuesta a mudarme a Madrid un tiempo para disponer del mejor tratamiento; no
quería repetir los problemas de soledad y falta de educación diabetológica del
primer embarazo. De todas formas y por si acaso, decidí contactar con aquel
médico español que me había ayudado cuando me mudé al país. Encontrarme al Dr.
Montoro en mi vida sí que fue una suerte para mí. Él le mandó un email a su
amiga Jovanovich y ésta aceptó verme en su consulta. Yo no me lo creía, la
diosa me recibiría en audiencia médica. Aquel día, antes de la cita, tuve
una hipoglucemia de las de susto... estaba tan nerviosa... pero conseguí
recuperarme y llegué a tiempo, bien vestida y con el pintalabios en su sitio.
Yo sabía que la decisión de aceptarme como paciente de esta señora dependía
sólo y únicamente de caerle bien a ella, y estaba dispuesta a masajearle los
pies allí mismo si era necesario. Me había estudiado su trayectoria como si
estuviera preparando los exámenes de la tesis doctoral.
La Jovanovich me tuvo dos horas en su oficina
y aceptó llevar mi embarazo si yo participaba en su investigación. Ella y su
equipo tenían una hipótesis por la que las embarazadas con Diabetes tipo 1
volvían a producir insulina al final de la gestación. De alguna manera el
sistema inmunitario se debilitaba no sólo para no dañar al "intruso"
del útero, sino para que el páncreas volviera a producir insulina. Mi
participación iba a requerir unos análisis de péptido C en diferentes momentos
del embarazo. La mujer se portó conmigo como una madre, una profesora, una
amiga, una psicóloga y por suuesto una médico... ella y las médicos de su
equipo. Se llevaba a matar con todos los médicos del pueblo y les decía a todos
lo que pensaba sin tapujo ninguno. A mi ginecólogo le echó una bronca de tamaño
natural por no dejar a sus tipos 1 usar la bomba durante las cesáreas. Él
agachó la cabeza y mientras le regañaban, no levantaba los ojos del suelo. Yo
disfruté con mezquindad de aquella escena. Supongo que ése es el privilegio de las
diosas, pero cuidaba a sus pacientes con una ternura brutal. Ella misma, su
padre y su abuela vivían o habían vivido con Diabetes tipo 1. Su abuela fue una
de as primeras niñas americanas receptoras de insulina en Canadá.
Después del embarazo me quedé con ellos. Una de sus
médicos también investigadora, Kristin Castorino se convirtió en mi diabetóloga
y con ella seguí mejorando el control de mi Diabetes. A veces sentía que
éramos las dos juntas las que íbamos aprendiendo y poniéndonos al día de los
últimos avances en la disciplina y los cachibaches tecnológicos. Todavía me
acuerdo como me paseó por la clínica, orgullosa, cuando le enseñé que había
haqueado mi Dexcom y lo veía desde mi reloj. O como llamaba a todos sus
compañeros para que vinieran a ver a mi hija, que era el orgullo de todos los
que estaban por allí. Siempre bromeaban diciendo que ella era tan suya como
mía. La decisión de aceptar un trabajo en San Diego me costó en parte por perder
esa conexión con mi médico que me había resultado tan beneficiosa.
Desde que me mudé a San Diego todavía no he
encontrado a nadie que me convenza. En septiembre visité a una médico que tenía
su consulta cerca de mi casa y que cubría mi seguro. No me gustó nada. En
primer lugar, me hizo unos análisis, pero no incluyó una hemoglobina; eso sí,
nueva cita con factura para mi seguro para revisar los análisis. Además, me
trató más como a un cliente que como a un paciente. La personaje tiene lo que
llama "el club de diabetes" en el que te pide pagar 375$ al año por
firmarte las recetas, hacerte cartas, visitarte en el hospital si te ingresan y
contestarte al teléfono si tienes preguntas. Esto aparte de las consultas que
paga el seguro, claro. Si no eres miembro del club te cobra por cada cosa. A mí
nunca me había pasado nada parecido. Todos mis médicos anteriores me hacían las
recetas y escribían las cartas de viaje, venían a verme al hospital, etc. como
parte de aceptar a un paciente como yo en su consulta. La mayoría de ellos
además lo hacían con mucho cariño y una sonrisa en la cara. He pensado en
escribir una queja al Colegio de médicos de los EE.UU, y a la ADA. No soporto
que se haga un negocio de ese tipo con enfermedades que ya de por sí solas son
un coñazo de vivir. De momento, es ella quien firma mis recetas y yo pago
religiosamente; estoy convencida de que con la pasta que me saca se manda hacer rollos de papel higiénico personalizados con el juramento hipocrático
impreso. De todas formas yo estoy mejor controlada que nunca y me he comprado
un kit de hemoglobina en la farmacia, por no perder la costumbre.
Este es el formulario explicativo
de mi amiga la médico-saca-pasta. Al
lado, mi kit de hemoglobina glicosilada, 5,8 la última vez.
lado, mi kit de hemoglobina glicosilada, 5,8 la última vez.
Ya tengo una cita con otra médico. Esta es irlandesa y pertenece al grupo de la Universidad de California en San Diego. Pensé que yo no era muy de nacionalismos, pero me gusta que haya estudiado en Europa y tenga la formación de la medicina europea a sus espaldas. Allí los médicos lo son por vocación, no por negocio. Pertenecer a una institución investigadora es también un plus, te habla de gente con una mentalidad más abierta en general. Ha tardado cuatro meses en recibirme y eso no me hace mucha gracia, cuando tienes un profesional con pocos pacientes, y te conoce personalmente, la comunicación suele ser mucho más efectiva. A esta mujer voy a tener que enseñarle mis resultados de Loop y tengo miedo de que me gire los ojos y tuerza el gesto... o peor, que me trate como a una niña y me aleccione. Me he planteado incluso no decírselo en la primera consulta, por tantear el asunto un poco, pero desde que conocí a la Dra. Castorino, decidí que yo no iba a mentir nunca más en una consulta de endocrinología. El día 10 de marzo me voy a plantar allí, armada con mi Loop y mi teléfono y que sea lo que tenga que ser. Médicos hay muchos y a mí me queda mucha vida. Y si me toca los winchis, le meto palitos en la cerradura del coche para que se acuerde de mis muertos (es broma, que yo, ya saben, soy de las de pegarme la pechá de llorar y no volver más por allí)
Hola Elena!! Me ha gustado mucho tu post, en este tema es fácil sentirse identificada contigo, sobre todo porque el martes pasado tuve mi consulta en La Paz, y como tú dices, fuí con todos mis cachibaches, uploader, reloj, web y happ incluido. Como tú dijiste una vez, con todo esto, me siento mas libre que nunca!!! el resultado de mi hemoglobina ha sido el mejor desde que comencé, claro que no tiene nada que ver con la tuya aún, pero sigo avanzando y mejorando, lo mejor es que la sensación de esfuerzo para mí es mucho menor que cuando en los embarazos me pedían no salirme de la rutina. Bueno, te imaginas las caras de enfermeras y endocrinas... me miraban con cara de asombro, me metieron en un cuartito a puerta cerrada y me pidieron que se lo volviera a explicar todo, yo lo intenté, con mis limitados conocimientos del tema, pero después de 2h 30min salí de allí bastante orgullosa. Poniendome en tu lugar, la verdad es que creo que ya no te hace falta una endocrina, ya tienes mucho más conocimiento que cualquiera de ellos, lo realmente bueno es tu responsabilidad contigo misma en llevar la diabetes de la mejor forma posible, y es por esto por lo que te mereces el mejor control. Te animo como siempre a seguir al pie del cañón. Por cierto, no te he visto en el listado de los que llevan LOOP
ReplyDeletehttps://github.com/openaps/docs/wiki/Where-in-the-world-is-%23OpenAPS%3F
Besos desde Madrid, Elena Barbacil
Gracias, Elena! Lo mejor de la tecnología es que además de las mejoras en las HA1C, ahora estamos mucho más acompañados!
ReplyDeleteComo siempre gran post. Muchas gracias por compartir tus experiencias, son una gran fuente de motivación para seguir mejorando. Besos desde Granada, Andrés Martín
ReplyDeleteGracias a ti, Andrés. Los papis son los que mueven la máquina.
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