Saturday, October 20, 2018

Post 51. Un perro andaluz, una gata madrileña y un antidepresivo al día.


Llevo unos días difíciles, ¿qué? No días, meses difíciles.
Sé que todos quieren saber de la aventura con Afrezza y de entrada les digo que la insulina es muy cómoda, pero que hay que esnifarse una barbaridad de unidades para que el asunto tenga efecto. Ya he empezado a usarla, tengo la muestra que me envió el laboratorio, pero como mi seguro me la ha denegado, pues ahora tengo al farmacéutico Stephen, venga a escribir apelaciones para ver si cambian de opinión. Yo estoy por empezar la táctica anónima de palitos en la cerradura del coche del inspector de turno para que, por lo menos, si no me la aprueban, pueda acordarse de mis muertos. Les prometo más información sobre la insulina, con cuadros de glucemias incluidos para cuando me llegue la inspiración. Ya saben que con las musas nunca se sabe seguro.
Pues la musa, o mejor, su serotonina, anda más para allá que para acá, en estos días. La verdad que empezar a tomar Lexapro me ha ayudado. Me lo recetó la médico de familia cuando le monté el show en la consulta con lágrimas y mocos incluidos, que no sé cómo no controlo más esas cosas, porque luego me muero de vergüenza. Lo he hecho varias veces en mi vida, lo de echarme a llorar con el médico. En un par de ocasiones, los médicos han llorado conmigo también. Una vez fue con mi endocrino, Kristen. Como ella decía, teníamos una relación muy poco saludable porque además de médico-paciente éramos amigas y nos queremos mucho. Así, lloraba la una y lloraba la otra. La otra vez fue con mi médico de cabecera en Santa Barbara. Ya no recuerdo el drama del momento, pero a aquella pobre se le caían hasta los mocos. Dos meses de Lexapro han empezado a regular los síntomas, pero la semana pasada me cayó una nueva encima.
El viernes fui a visitar al retinólogo. Siempre que voy me pongo de los nervios y se me sube el estómago a la garganta. Después del reconocimiento manual le pregunté cómo veía el asunto, y me dijo que prefería terminar con el análisis de las fotos antes de decirme nada. A mí con la respuesta ya me entraron las náuseas, “¿a que le echo a este la ensalada del almuerzo aquí mismo en su suelo reluciente?”.  Efectivamente, terminó el reconocimiento y las noticias no eran buenas. Empezó diciéndome que los sangrados antiguos no se habían repetido y se habían reabsorbido, pero que tenía un edema en la mácula del ojo izquierdo por un sangrado nuevo. Tócate los pies. Me gusta este médico, me sacó el ojo de plástico del cajón y empezó con la explicación geográfica, porque en el fondo “¿quién coño sabe lo que es un edema macular?” Pues es un derrame e inflamación de la retina justo en el medio de ésta. Yo estaba ya con el intelecto cruzado ante las noticias, les digo la verdad. He necesitado un tanto de Wikipedia para canalizar el entendimiento.
El Dr. Mozayan me ha dicho que como tengo buen control de diabetes, vamos a esperar seis semanas para ver si se reabsorbe el líquido y se recupera la retina por sí misma. Si no ocurre así, él habla de tratamiento. Yo le pregunté en voz muy bajita casi medio queriendo que no me oyera en qué consistía el tratamiento. No quieran saber la respuesta: inyecciones intraoculares de vaya usted a saber qué medicamento. Me dijo que los pacientes respondían bien a eso y yo ya me quedé muerta. Osea, que me metería la aguja en el ojo, hasta el fondo. A mí de repente se me vino todo el surrealismo a la cabeza, y no podía apartar la imagen del ojo de Buñuel de mi mente. Maldito Buñuel, y su ojo, y el surrealismo, y Lexapro, y mi retina, y el Brexit y la madre que los parió a todos.

Me volví a casa llorando en el coche. Siento que este es mi punto de inflexión, en el que la diabetes empieza a cosechar sus frutos y a ganarme las batallas. El Bra ya me ha cantado las cuarenta y me ha dicho que el lunes vuelvo a consulta a re-regular la cantidad de Lexapro que estoy tomando y esta tarde misma nos sentamos los dos a pasar autotune con todas mis sensibilidades y todas las combinaciones habidas y por haber para encauzar cada mínimo movimiento del PA. Voy a ayudar a mi páncreas a ser más perfecto que nunca  durante estas seis semanas que tengo por delante para no tener que pasar por las manos del Dr. Mozayan de nuevo. Les prometo que de esta me recupero en un pis pas y en seis semanas le digo a Buñuel que se meta la aguja por donde le quepa, y aunque suene vulgar y busca-pleitos, creo que él se va a alegrar. Este perro andaluz, o esta gata madrileña, sobrevivirá.

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