Llevo unos días
difíciles, ¿qué? No días, meses difíciles.
Sé que todos quieren
saber de la aventura con Afrezza y de entrada les digo que la insulina es muy
cómoda, pero que hay que esnifarse una barbaridad de unidades para que el asunto
tenga efecto. Ya he empezado a usarla, tengo la muestra que me envió el
laboratorio, pero como mi seguro me la ha denegado, pues ahora tengo al
farmacéutico Stephen, venga a escribir apelaciones para ver si cambian de opinión.
Yo estoy por empezar la táctica anónima de palitos en la cerradura del coche
del inspector de turno para que, por lo menos, si no me la aprueban, pueda acordarse
de mis muertos. Les prometo más información sobre la insulina, con cuadros de
glucemias incluidos para cuando me llegue la inspiración. Ya saben que con las
musas nunca se sabe seguro.
Pues la musa, o
mejor, su serotonina, anda más para allá que para acá, en estos días. La verdad
que empezar a tomar Lexapro me ha ayudado. Me lo recetó la médico de familia
cuando le monté el show en la consulta con lágrimas y mocos incluidos, que no
sé cómo no controlo más esas cosas, porque luego me muero de vergüenza. Lo he
hecho varias veces en mi vida, lo de echarme a llorar con el médico. En un par
de ocasiones, los médicos han llorado conmigo también. Una vez fue con mi
endocrino, Kristen. Como ella decía, teníamos una relación muy poco saludable
porque además de médico-paciente éramos amigas y nos queremos mucho. Así, lloraba la una y lloraba la otra. La otra vez fue con mi médico de cabecera en
Santa Barbara. Ya no recuerdo el drama del momento, pero a aquella pobre se le
caían hasta los mocos. Dos meses de Lexapro han empezado a regular los
síntomas, pero la semana pasada me cayó una nueva encima.
El viernes fui
a visitar al retinólogo. Siempre que voy me pongo de los nervios y se me sube
el estómago a la garganta. Después del reconocimiento manual le pregunté cómo
veía el asunto, y me dijo que prefería terminar con el análisis de las fotos
antes de decirme nada. A mí con la respuesta ya me entraron las náuseas, “¿a
que le echo a este la ensalada del almuerzo aquí mismo en su suelo
reluciente?”. Efectivamente, terminó el
reconocimiento y las noticias no eran buenas. Empezó diciéndome que los
sangrados antiguos no se habían repetido y se habían reabsorbido, pero que
tenía un edema en la mácula del ojo izquierdo por un sangrado nuevo. Tócate los
pies. Me gusta este médico, me sacó el ojo de plástico del cajón y empezó con
la explicación geográfica, porque en el fondo “¿quién coño sabe lo que es un edema macular?”
Pues es un derrame e inflamación de la retina justo en el medio de ésta. Yo
estaba ya con el intelecto cruzado ante las noticias, les digo la verdad. He
necesitado un tanto de Wikipedia para canalizar el entendimiento.
El Dr. Mozayan me ha
dicho que como tengo buen control de diabetes, vamos a esperar seis semanas
para ver si se reabsorbe el líquido y se recupera la retina por sí
misma. Si no ocurre así, él habla de tratamiento. Yo le pregunté en voz muy
bajita casi medio queriendo que no me oyera en qué consistía el tratamiento. No
quieran saber la respuesta: inyecciones intraoculares de vaya usted a saber qué
medicamento. Me dijo que los pacientes respondían bien a eso y yo ya me quedé
muerta. Osea, que me metería la aguja en el ojo, hasta el fondo. A mí de
repente se me vino todo el surrealismo a la cabeza, y no podía apartar la
imagen del ojo de Buñuel de mi mente. Maldito Buñuel, y su ojo, y el surrealismo, y Lexapro, y mi retina, y el Brexit y la madre que los parió a todos.
Me volví a casa
llorando en el coche. Siento que este es mi punto de inflexión, en el que la
diabetes empieza a cosechar sus frutos y a ganarme las batallas. El Bra ya me
ha cantado las cuarenta y me ha dicho que el lunes vuelvo a consulta a
re-regular la cantidad de Lexapro que estoy tomando y esta tarde misma nos
sentamos los dos a pasar autotune con todas mis sensibilidades y todas las
combinaciones habidas y por haber para encauzar cada mínimo movimiento del PA.
Voy a ayudar a mi páncreas a ser más perfecto que nunca durante estas seis semanas que tengo por
delante para no tener que pasar por las manos del Dr.
Mozayan de nuevo. Les prometo que de esta me recupero en un pis pas y en seis semanas le digo a Buñuel que se meta la aguja por donde le quepa, y aunque suene vulgar y busca-pleitos, creo que él se va a alegrar. Este perro andaluz, o esta gata madrileña, sobrevivirá.
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